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LAS FERIAS MEDIEVALES: ORIGEN DE LOS MERCADOS DE CAPITALES


Los mercados, entendidos como el lugar físico dónde intercambiar bienes, existen desde que el comercio es una actividad humana. En Roma, el Foro es la plaza de mercado y el centro de negocios públicos y privados. Era un espacio abierto fuera de la ciudad en el que la gente se reunía los días de mercado, durante las fiestas religiosas y siempre que aconteciera algún hecho de relevancia social. Más tarde, cuando Roma inicia la fundación nuevas ciudades en territorios pacificados, el Foro se convierte en el centro de las mismas y determina el cruce de las dos calles principales, el Cardo Maximus – que se trazaba de norte a sur – y el Decumanus Maximus – de este a oeste. Hay quien hace derivar la palabra feria del latín forum.

Abadía de Saint Denis en los alrededores de París. (Francia)

Abadía de Saint Denis en los alrededores de París. (Francia)

El espacio comercial y los elementos que lo componen, evoluciona a lo largo de la historia y así, plaza, mercado o feria tienen connotaciones mercantiles en su significado. En la Edad Media, cuando los caminos y el transporte eran difíciles, costosos e inseguros, las ferias se convierten en los únicos lugares donde adquirir artículos provenientes de países lejanos e incluso aquellos, que siendo de primera necesidad, escaseaban en los territorios más cercanos. De ese modo, aquellas grandes concentraciones de gente de todos los países y lenguas tenían, necesariamente, un claro objetivo de aprovisionamiento e intercambio y se convirtieron en instituciones florecientes.

Eran eventos conocidos y esperados por toda la población y permitidos y vigilados por el poder político. Reyes, señores feudales, abadías y prelados impulsaban, autorizaban, protegían y recaudaban impuestos en las mismas. Una feria podía durar un mes o más y su organización estaba escrupulosamente regulada. Una vez montadas las paradas o casetas se dedicaban unos días a la transacción de los paños. Otros al cordobán – piel curtida de cabra que toma su nombre de la ciudad de Córdoba, de donde eran los más afamados – y al guadamecí – cuero adobado y adornado con dibujos de pintura o relieve, hecho con piel de vaca y procedente de la ciudad libia de Gadames -, ambos muy apreciados en toda Europa. El resto de las jornadas se dedicaban a otro tipo de artículos y los últimos días a hacer el balance.

Hay noticias sobre ferias celebradas en Francia en el siglo V y doscientos años más tarde, en los alrededores de París, se celebraba la más concurrida en la Abadía de Saint Denis donde se surtía de vino y miel a las ciudades del norte que por razones climáticas carecían de estos productos. En 1084 se celebra, por vez primera, una feria de carácter internacional en la ciudad flamenca de Thourout que se conoció como nundina, palabra cuyo origen está en nundinae  – de novem, nueve y dies, días – jornada de celebración de mercado en Roma que marca la separación de las semanas que, a diferencia de las nuestras, eran de ocho días y no de siete.

En el siglo XII surgen grandes ferias en Centroeuropa, Italia e Inglaterra donde son muy afamadas las de Saint Ives, Winchester, Northamptom, y Boston. Pero las más concurridas son las grandes ferias de la Champaña, en particular Provins y Troyes – que tenían dos ediciones anuales. En todas ellas, los mercaderes italianos comercian con productos adquiridos en los países del mediterráneo y a su vez compran productos de la Europa del Norte, como paños y lana que eran muy apreciados en las ciudades del sur. Sobre estas ferias se basa el comercio internacional del Medioevo. Transcurrían entre cuarenta y cincuenta días desde la celebración de una de ellas a la siguiente iniciándose el ciclo en marzo, con la primavera y acabando antes del inicio del invierno, en noviembre.

La finalidad de una feria es el intercambio comercial pero no es extraño que un evento que se repite periódicamente requiera la construcción de Iglesias – que difunden la fe y el poder de sus patronos – o Lonjas, – llamadas Halles en el norte de Europa – que se edifican para hacer más cómoda la contratación. También aparecen almacenes fortificados como los campanarios o atalayas que se extienden desde Flandes hasta el norte de Francia y que se conocen como Belfort, Beffroi o Belfry. Están siempre situados en el centro de la ciudad y  constituyen, además, un símbolo de las libertades de los hombres de aquellos burgos eminentemente mercantiles. Habitualmente, están anexos a la Lonja de los Paños (Lakenhallen) como, por ejemplo, en Brujas y Gante. También surgen tiendas adheridas de modo estable a los edificios más importantes de la ciudad como las que aún hoy pueden contemplarse en la plaza de la Azabachería de Santiago de Compostela.

Los vendedores, sus acompañantes y servidores y los cambistas se instalan en barrios donde, aún hoy, es fácil encontrar su huella. Por citar ejemplos concretos, es raro encontrar en Bélgica, sobre todo en Flandes, una ciudad cuya plaza principal no se llame Grote Markt (en flamenco, mercado principal) como la Grand Place de Bruselas. Y en toda Europa hay calles y plazas del Mercado, de la Moneda, o de los Lombardos, ya que muchos de ellos ejercían como cambistas. Sirvan de ejemplo, la archifamosa Lombard Street de Londres o la Lombardstraat de Bruselas.

El comercio y las finanzas se profesionalizan. Los cambistas dan solución al problema de la diversidad de monedas intercambiándolas en función del metal precioso con el que están acuñadas. Dado que los caminos no son seguros y no es aconsejable transportar grandes sumas de dinero aparecen el crédito y la compensación; se compra en una feria y se paga en la siguiente.

Las deudas se registraban en las tarjas, una media caña o tablita donde se hacían muescas para llevar la cuenta de las compraventas. Una de las partes quedaba en manos del vendedor y otra del comprador. Casando ambas partes, saltaba a la vista si concordaban o no. Las tarjas se sellaban por ambas partes y podían utilizarse como un cheque extendido contra la parte deudora de esa relación comercial ya que se admitía el pago mediante la entrega de media tarja. Si el deudor tenía las dos mitades, la deuda estaba saldada. Por último, es interesante resaltar que las grandes empresas con filiales en las principales plazas comerciales de Europa e intereses en distintos productos depuraron las técnicas contables, para obtener balances exactos e inventarios detallados.

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Para saber más: Cuéllar, M.C. y Parra, C. (2001). Las ferias medievales, origen de documentos de comercio (pp.103-117). En, Ecrire, traduire et représenter la fête, E. Real, D. Jiménez, D. Pujante y A. Cortijo (Eds.). Vàlencia: Universitat de Vàlencia.


8 comentarios

  1. Que Yo Sepa Asi No Son Las Ferias Medievalaes

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    • Anónimo dice:

      No dude que así eran las Ferias Comerciales, Mercantiles y Financieras en la Edad Media europea y son el origen de los mercados actuales. Maravilloso artículo.

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  2. Miguel Angel. dice:

    Me parece una descripción coja por no mencionar las numerosas Ferias que se celebraban en distintas ciudades del Reino de Castilla a finales de la Edad Media y su continuación a principios de la Edad Moderna. No se puede hablar de comercio europeo y Ferias medievales sin hablar, por ejemplo, de la Feria de Medina del Campo o los comerciantes de Burgos.

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    • Gracias por su apunte. Tenga en cuenta que sólo es una aproximación a las primeras Ferias Medievales. Por supuesto que Medina del Campo fue una Feria de primera magnitud aunque en el momento histórico al que hace referencia esta Nota no existía aún. Tenga en cuenta que hablamos de la Alta Edad Media. Aún así, recojo el guante y prepararé otra Nota sobre las Ferias en el Reino de Castilla que espero sea de su agrado. Si he escrito algún otro apunte sobre las Arcas de Limosnas de Castilla o los Pósitos Agrarios, tan propios de nuestra historia financiera.
      Saludos y gracias de nuevo.

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      • Miguel Angel. dice:

        Las Ferias de Medina del Campo fueron relanzadas por D. Fernando de Antequera (futuro Rey de Aragón) en el siglo XIV. Plena Edad Media, aún.

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  3. Por eso no se mencionaron en esta Nota que refleja una realidad inicial de la Feria en Europa que acaba el siglo XIII. Espero que pronto pueda leer otras cuantas notas y sean de su agrado. Saludos.

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